2014
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Sergi Sancho Fibla, « Topografías: Los estudios de la memoria », HAL-SHS : histoire de l'art, ID : 10670/1.sx4zaa
En un estrato en el que las musas recorren los circuitos binarios, ya no es posible hablar de topografía, sino de arqueología de la memoria, pues sus dominios están ya enterrados bajo siglos de desuso –o al menos esto es lo que parece a simple vista–. Mnemosine perdió la maternidad. Hubo una vez en que fue madre de las Musas, custodia de la belleza y la sabiduría; diosa de la Memoria, de la Justicia por extensión, e incluso de la Verdad –alteheia: "ausencia de olvido"–. Mas su reino terminó hace tiempo. Ahora, puesto ya el pie en el estribo, libros y bibliotecas, impresas y digitales –Google, la gran biblioteca de Babel, y demás monopolios enciclopédicos– han tomado las riendas del almacenaje de datos en la cultura occidental. Por consiguiente, para proceder a nuestro cometido, encontrar la verdadera función de la memoria en la producción literaria, habrá que levantar antes unas cuantas capas de sedimentos. Vayamos sobre seguro: sabemos que la memoria fue uno de los peldaños de la retórica, lo que significa que durante más de dos mil años representó la base elemental de la producción y transmisión del conocimiento. Sin embargo, la dificultad residiría en poder identificar los restos –fósiles– que fueran apareciendo, cuestión de una complejidad evidente...