La novela como autopsia y necrología de la literatura. Paradojas y modalidades de escritura transatlántica en la obra de Eduardo Lago

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21 avril 2015

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Kevin Perromat Augustin, « La novela como autopsia y necrología de la literatura. Paradojas y modalidades de escritura transatlántica en la obra de Eduardo Lago », HAL-SHS : littérature, ID : 10670/1.05ci3j


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“Esto no es literatura” sostiene Marlowe, el “escritor fantasma” de la peculiar novela de Eduardo Lago, Siempre supe que volvería a verte Aurora Lee. Esta afirmación puede ser interpretada simplemente como una constatación del carácter híbrido de un libro en el que la historia y la crítica literaria se entrecruzan con la crónica periodística, donde algunos personajes se llaman como los personajes de otros universos literarios, donde el protagonista se llama como el novelista británico de fama internacional David Mitchell –meramente “un homónimo”, asegura el narrador– o encarnan las identidades reales de escritores y personalidades del mundo literario (y sus familiares) como Paul y Daniel Auster, Siri Hustvedt, Vladimir y Dimitri Nabokov. Sin embargo, la novela permite otras lecturas sustancialmente más allá de la consabida etiqueta de ficción metaliteraria, donde la afirmación de Marlowe debería ser interpretada irónica o aporéticamente –“este texto sí es literatura”, aunque no se presente como tal–. Esto no se debe únicamente a que la novela transcurra en geografías completamente reales aunque impregnadas de ficción –la isla de Robinson Crusoe, por ejemplo–, a que realidad y ficción se entremezclen o al hecho objetivo de que su autor, el novelista español Eduardo Lago, haya ejercido durante varias décadas como profesor de literatura en los EE.UU., o a que la novela despliegue toda una tecnología discursiva que comprende desde un uso irreverente de la nota a pie de página hasta la incorporación de las modalidades de escritura electrónica (emails, google maps, etc.). La afirmación de Marlowe permite, por el contrario, una lectura literal en la que la novela levantaría el acta de defunción, anunciada por críticos como Josefina Ludmer, Cristina Rivera Garza o Vicente Luis Mora, de la autonomía discursiva de la Literatura, y de los viejos valores que implicaba: una nueva discursividad tras la muerte –¿esta vez definitiva?– de los autores, donde todos los textos adquieren un carácter fantasmagórico (como el protagonista de la novela de Lago); una textualidad que, en definitiva, impide las tradicionales categorías interpretativas. ¿Cómo continuar escribiendo novelas?, ¿cómo leerlas, qué valores –estéticos, epistemológicos– otorgarles? Estas son algunas preguntas que imponen textos contemporáneos como Siempre supe que volvería a verte Aurora Lee, y en cuya respuestas se encuentran posiblemente algunas de las claves de las transformaciones de eso que, hasta ahora, seguimos llamando literatura.

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