¿Escapar a una tierra sin mal ni violencia?

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Al confrontar el mito amerindio de la «tierra sin mal» con la mitología bíblica y el pensamiento sacrificial de la antigua Grecia; al sacar a la luz el lado oscuro que subyace al evolucionismo entusiasta de Teilhard de Chardin, así como el impasible estructuralismo de Levi-Strauss; y apoyarse, por una parte, en un libro autobiográfico de Marcel Pagnol que revela el poder que tiene la caza para aliviar las tensiones entre los hombres y crear fuertes lazos entre ellos, y por otra parte, en la posibilidad de establecer un paralelismo entre las relaciones de conflicto mixto y solidaridad propias de las sociedades bipartitas tradicionales («organizaciones dualistas») y las que podrían prevalecer en los enfrentamientos y debates políticos de las sociedades modernas, se arriba a la idea de que es poco probable que los hombres puedan librarse completamente de la violencia inherente a sus relaciones sociales, sino sólo domesticarla con la ayuda de las instituciones y los rituales apropiados.